“La tartamudez no es una enfermedad, es un trastorno del habla con el cual se aprende a vivir. Con un tratamiento y seguimiento adecuado se puede sobrellevarla”, señala María Julieta Dimani Maurin, licenciada en fonoaudiología.
No es nada fácil convivir con la tartamudez cuando el ritmo vertiginoso del mundo actual impulsa a que todo debe ser rápido, inmediato y urgente. No son pocos aquellos que lo sufren en el día a día, manifestándose especialmente en los ámbitos escolares y laborales, sin embargo, es posible dominar y superar este trastorno con el tratamiento adecuado.
¿Qué es la tartamudez?
Como afirma la especialista Dimani Maurin, la tartamudez es una alteración en la fluidez del habla, que se produce de forma entrecortada y pierde la espontaneidad expresiva debido a repeticiones o prolongaciones en la emisión de palabras que conforman una frase.
El licenciado en psicología Gonzalo Guerrero hace una distinción entre los dos tipos de tartamudeos: “Por un lado está el neurogénico, que ocurre como consecuencia de un trauma o lesión cerebral y por otro lado está la tartamudez del desarrollo que es la que se conoce habitualmente”.
¿Cuáles son las causas?
- Trastornos emocionales.
- Situaciones traumáticas, de estrés, ansiedad.
- Factores hereditarios.
- Retraso en el desarrollo infantil.
- Anomalías en el control motor del habla.
- Disfunciones orgánico-cerebrales.
“Son muchos los factores que combinados llevan a la tartamudez. Desde el punto de vista psicológico, en el tartamudo se produce un círculo vicioso: tartamudean porque están ansiosos y están ansiosos porque tartamudean”, asevera la psicóloga María Silvana Venecia.
La licenciada en fonoaudiología Silveria Flores aclara que la tartamudez también puede comenzar en la vida adulta “Por lo general está derivado por algún shock traumático, ansiedad, timidez, dificultad para relacionarse y hablar en público. Se relacionan con causas emocionales”, agrega.
Síntomas en la niñez
Los primeros síntomas en la niñez, manifiesta la especialista Flores son: dificultad para iniciar la palabra, las repeticiones de sílabas y los bloqueos.
Según Dimani Maurin, el tartamudeo inicia entre los dos y cinco años de edad, donde el niño atraviesa el período más rico en el desarrollo del lenguaje. “Es importante aclarar que en la infancia se desarrolla, entre los dos y tres años, una 'tartamudez fisiológica' normal en los niños de esa edad ya que están desarrollando una nueva habilidad, la comunicación. Es indispensable como padres, poder observar en el niño si esa tartamudez viene acompañada de tensión respiratoria y/o de los músculos faciales o del cuerpo en general, ya que ésta es una clara sintomatología que nos podría orientar al diagnóstico”, concluye.
Tratamiento
Los expertos remarcan la importancia de la detección precoz y la consulta con los profesionales adecuados para llevar a cabo un tratamiento temprano, el cual muchas veces resulta inexistente o subestimado. Esto es clave para superar el trastorno o aprender a sobrellevarlo. Al respecto, Flores acota: “Este tratamiento tomado a tiempo favorece el desarrollo integral del niño. Es importante realizar un trabajo en conjunto con la participación de la familia y el equipo interdisciplinario (psicológico y fonoaudiológico)”.
La experta añade que el trastorno si se puede revertir, pero es imprescindible la constancia en la ejercitación fonoaudiológica, la cual tiene como base ejercicios de respiración, articulación y control del ritmo de la palabra, trabajando simultáneamente con terapia psicológica.
“El objetivo de la terapia es ayudar a la persona a desprender sus viejas respuestas desadaptativas y aprender otras más adaptativas. No se busca que el paciente no tartamudee, sino que se modifique la reacción ante ello. Por eso es tan importante el manejo emocional” dice la psicóloga María Silvina Venecia.
Dentro del marco de las terapias cognitivas-conductuales, que demostraron ser las más efectivas para tratar este trastorno, según Guerrero se realiza un trabajo en donde se apunta a dos esferas:
- Ejercicios para desarrollar el habla fluida: susurrar, separar en sílabas, sincronizar la respiración con la pronunciación. Esto esta pensado para seguir dentro del consultorio y en el ambiente donde el paciente se desarrolla en su día a día. Cuando se logra una conducta positiva se busca reforzarla.
- Área emocional del paciente.
“En este trastorno, como en muchos otros, suele darse una paradoja: la conducta de evitación con la que los pacientes intentan solucionar el problema, se convierte en parte fundamental del trastorno. Es decir, ellos tratan de evitar pronunciar ciertas palabras, hablar frente a otras personas y eso es justamente lo que refuerza y mantiene el trastorno”, expresa el experto.
La autoestima
“El habla es indispensable en el desarrollo de cualquier relación interpersonal, muchas veces la dificultad para expresarse lleva a sujetos a sufrir baja autoestima y desconfianza. La gran mayoría sufre bullying por esta condición”, asegura la especialista Dimani Maurin, haciendo hincapié en la tarea de los padres al educar e informar a sus hijos sobre esta dificultad, generando conciencia que permita ayudar y acompañar a los pares que lo padezcan.
Por otro lado, Guerrero dice: “El paciente antes de hablar aumenta los niveles de ansiedad y evita de alguna manera exponerse a esto. Se genera una marca en su autoestima, volviéndose esto un círculo vicioso de retroalimentación ansiógena, los cuales necesitan romperse dentro del tratamiento psicoterapéutico”.
“Es imprescindible generar un espacio contenedor y trabajar con el paciente en el manejo de las frustraciones, ya que al ser un trastorno tan expuesto es muy probable que esté expuesto a burlas, bullying o acoso. Lamentablemente esto se sigue dando, pero por otro lado y afortunadamente la sociedad está evolucionando y dejando atrás estos modismos de tomar estos trastornos de forma humorística a costa de aquel que lo padece”, finaliza.
En consonancia, la especialista Venecia advierte acerca de la importancia de la psicoeducación, un trabajo que aborde todo su círculo, sobre todo al grupo familiar, interiorizándose en sus inquietudes, ansiedades y a partir de esto tratar de acompañar en el tratamiento.
Cómo acompañar
- Escucharlo atentamente.
- Hablarle de manera clara y pausada, mirando a los ojos.
- No burlarse ni incomodar con comentarios despectivos.
- Valorar lo que dice y no cómo lo dice.
- No mostrar preocupación y ansiedad cuando está hablando.
- En el circulo familiar, fomentar el diálogo en la comida, respetar los turnos de habla de cada integrante y evitar los artefactos como el televisor que dificulten la comunicación.
- Evitar las correcciones.
- No obligarlo a hablar si no lo desea.
- No intentar ayudarlo a completar la palabra o frase.
- En caso de ser docente, no exigir leer en público si el alumno no está preparado para hacerlo.
(Producción periodística: Mariana Ávila)